martes, 16 de marzo de 2010

Flipada nº 21. Reciclada.

Recuerdo de hace años una canción de Bob Dylan que se titulaba “Man Gave Names To Al The Animals” en la que el cantautor relataba con qué criterio el ser humano les puso los nombres a los animales. Oiga, y que lo hizo la mar de bien para ser tan primitivo: no sólo les puso nombres adecuados a sus prestaciones, sino que, además ¡rimaban con ellas!

Es evidente que la evolución de la especie ha traído consigo importantes y valiosos avances … bueeeno a lo mejor no es tan evideeeente … en fin, piense el lector lo que guste. Yo a lo que iba es a que con todos esos avances el ser humano ha perdido en algún caso esa frescura del principio a la hora de ponerles nombre. Se dan algunos casos en que de hecho el nombre no tiene nada que ver con el objeto nominado, sirva de ejemplo “volante” para describir la rueda con se maneja la dirección de un coche: es obvio que no vuela. Otras, son más acertadas en principio, pero se pierde la relación con su nombre a la hora de llevarlas a la práctica, y ahí es a donde yo quería llegar.

Recientemente, tuve que hacer un viaje y paré en una gasolinera a repostar combustible que, por otra parte, es lo suyo. Pues bien, en un rincón del recinto me encontré con esto



Aclaro: en el rótulo pone ¡Punto limpio!

Convendrá el lector que, aunque en su momento la intención fuera la que reza en el cartel, el desarrollo deja bastante que desear. Vamos, que limpio, lo que se dice LIMPIO ...

El caso es que se supone que uno, como buen ciudadano, debe separar sus basuras y depositarlas en contenedores específicos de cada tipo de residuo. Bien por la idea, aunque yo diría que la separación de basuras debería ser a cargo de las empresas que se lucran con el tema y no del ciudadano que las paga. Digamos que si una máquina es capaz de separar automáticamente dos huevos que se diferencian en tan sólo unos gramos, será capaz de separar materiales que no tienen nada en común. Además, tampoco dan muchas facilidades. A veces los contenedores, si existen, están tan lejos que a uno le entran ideas de mandar la basura por correo. En el caso de la imagen están en las afueras de la ciudad de forma que, al parecer, quedan demasiado lejos hasta para la empresa encargada de recogerlos.

Con Dios.

jueves, 4 de marzo de 2010

Flipada nº 20. Made in Spain

Tiene uno que haber hecho las cosas o muy bien o muy mal para que, generalmente post-mortem, le dediquen una calle.


Ilustraré el párrafo anterior con unos ejemplos. Pongamos que hablo de Madrid (¿dónde he oído yo eso?):


Calle del Doctor Fleming. ¿Qué ciudad, al menos española, no tiene una calle dedicada al eminente descubridor de la penicilina? Este buen escocés acabó con la mayoría de los azotes de la humanidad hasta entonces. Es uno de los principales contribuyentes a que la esperanza de vida haya aumentado en el último medio siglo de forma espectacular, lo cual está generando más de un dolor de cabeza a algún politicastro con lo de la edad de jubilación, pero eso es otra historia y lo cierto es que este hombre se merece el detalle.


Calle de Torquemada. “El martillo de los herejes, la luz de España, el salvador de su país, el honor de su orden”, según el cronista Sebastián de Olmedo, aunque las tachaduras son cosecha de un servidor de ustedes. Bueno, para no entrar en detalles se recomienda al lector que obvie los calificativos centrales, ya tachados, y se quede con el primero y el último. Cuentan algunos que a este fraile se debe la muerte en la hoguera de unas 10000 personas.


En fin, que se da uno una vuelta por una ciudad cualquiera y se ve rodeado de los tributos que les ha otorgado el gobierno consistorial de turno a los personajes más variopintos, dando a veces una buena aproximación a las ideas de los ediles.


Hasta que, de pronto …


Calle de las Eras del Tío Cañamón. ¡Sí señor! Esencia hispana en estado puro. El homenaje a la España profunda. El apelativo patrio por excelencia (sustituya el lector Cañamón por el sustantivo o adjetivo que se le ocurra, que seguro que alguien lo conoce) llevado a los altares reservados a las mentes más prodigiosas o los héroes de leyenda.


Me va a permitir el lector que no mencione la localidad (aunque a los curiosos no les costará trabajo averiguarla) para que nadie se me vaya a ofender. De hecho, no escribo esto con ánimo peyorativo, es que, simplemente, me llamó la atención.


Entiendo que mis méritos no llegan a los del Dr. Fleming ni, desde luego, a los de Fray Tomás de Torquemada y me temo que tampoco a los del buen Tío Cañamón, pero oiga, si los políticos tienen calles, yo también.




Con Dios.

jueves, 25 de febrero de 2010

¡Cómo pasa el tiempo!

Viñeta del genial Forges


Pues sí, querido lector, me ha costado más de un año ponerme otra vez las pilas y limpiar el polvo del barco a ver qué tal navega después de tanto tiempo en el dique seco.


¡Cómo pasa el tiempo! Hace “cuatro días” que tenía a mi hija en brazos intentando que se durmiese mientras la condenada se dedicaba a estirarme de la barba y el otro día me dispara a bocajarro que le gusta un muchacho del cole … así sin más … sin anestesia.


La mentada barba subió de golpe un par de tonos más hacia el color blanco, haciendo que cada vez me parezca más a Papá Noel, cosa que tampoco me va a ayudar porque ya no cree en el gordito simpático.


Hace unos años, siendo ella aún chiquita, descubrió por amigos nuestros que hay gente que comparte piso para que le salgan menores los gastos. La cosa es que ella ató cabos a su manera y pensó. De resultas de su reflexión salió la siguiente conversación:


- Papá, cuándo tú y mama os muráis ¿nuestro piso será para mi? – preguntó.


- Supongo que sí ¿de quién si no? – contesté.


- Entonces, le diré a Coral (su amiguísima) que se venga a compartir piso conmigo. – afirmó.


- Vaya – dije yo – estarás deseando que me vaya al otro barrio para compartir el piso con tu amiga.


Siguieron unos instantes de reflexión y dijo:


- No papá. No hay prisa. Puedes morirte cuando tú quieras.


A día de hoy, no me atrevo a recordarle la conversación por si no está dispuesta a darme tanto margen. Y … la pregunta crucial … ¿Con quién querría compartir el piso ahora?



Con Dios.

Radio La Ortiga