En este verano he tenido que hacer algún viaje en coche y a la hora de parar a tomar un café y, de paso, atender la llamada de la naturaleza, me he dado cuenta de que los típicos establecimientos de carretera tipo Mesón, están siendo progresivamente sustituidos por otros pertenecientes, digo yo, a cadenas multinacionales. Los nombres son del tipo (más o menos, ya que no conseguí memorizar ninguno) “Cafestore”, “Roadlunch” y demás nombres que el lector reconocerá como de lo más castizo. ¿Dónde han quedado “
Pero bueno, si solo se tratase de los nombres, no habría problema. La cuestión es que se están estandarizando los servicios prestados por estos comercios, hasta límites exagerados.
Veamos. Usted va y pide un café. El producto consiste en una brebaje oscuro, servido en un vaso de plástico y con el añadido de un sobrecito con dos compartimentos. En uno de ellos usted encontrará unos gramos de azúcar y en el otro una suerte de palito de plástico que a veces tiene una forma que recuerda vagamente a una cucharilla y otras al mango de un helado.
Con eso tiene usted que apañárselas para darle vueltas al escaso azúcar y que se disuelva bien en el “café” más que nada para matarle el gusto, evitando así que el gusto le mate a usted.
Si es usted de los que acompañan el café con leche, le darán además una tarrina con la dosis exacta de leche para que usted mismo la añada. La tarrina cuenta para su apertura con el elemento abrefácil incorporado, en mala hora, a casi todos los productos envasados. ¡Cuidado con el abrefácil! Si la pestañita troquelada en el plástico, se resiste al tirar de ella, inténtelo con unas tijeras porque como tire con fuerza, en el mejor de los casos la leche acabará en el café de su acompañante.
Si es usted de esos que toman el café con leche con algún elemento de bollería y gustan de mojarlo, podrá usted elegir entre varios productos de repostería envasados en bolsitas de plástico también con abrefácil. La consistencia de los bollitos, magdalenas o lo que sea que usted elija, no es la de la repostería tradicional, más bien prieta (de ahí la manía de mojarla). Lo más normal es que una vez en sus manos, se desintegre en varios pedazos uno de los cuales inevitablemente caerá dentro de su “café” con el consiguiente chapoteo que hará seguramente que gran parte del contenido de su vaso de plástico acabe en su ropa.
Ahora, además de intentar disimular como pueda la mancha de su ropa, tendrá que ingeniárselas para pescar el trozo de magdalena que flota dentro de su “café” con el palito
Si lo que usted pide es un Sándwich, que viene a ser un bocata en el que el “pan” tiene una geometría de cuadrado regular, envasado, cómo no, en cajita de plástico con abrefácil, podrá elegir entre paté de jamón, paté de salmón, paté de pavo, paté de … Para su mayor tranquilidad, el envase de plástico trae su etiqueta con los ingredientes. Fíese y no la lea. No va usted a saber si lo que se está comiendo es paté de jamón o los componentes y las coordenadas de la estación espacial … Estabilizador E-425, Emulgente C-236, Antioxidante R-768, etc. Todo menos jamón.
Puede usted recurrir a la socorrida hamburguesa. Le darán un bocadillo de pan redondo con una jungla de lechuga, cebolla y pepinillos, en el fondo de la cual se suele encontrar la ansiada hamburguesa. También en este caso le acompañarán el producto con unos sobrecitos en los cuales puede usted leer “Mostaza”, “Ketchup”, “Mayonesa” o el condimento que pida. Hay uno que resulta especialmente curioso y es la “Salsa Barbacoa”. Sabe bien, pero es difícil determinar a qué. No se le ocurra tampoco en este caso leer los ingredientes. Bueno, la cuestión es que debe usted echar esos productos en abundancia sobre la hamburguesa, porque si no lo hace, al comérsela empezará usted a preguntarse de qué murió la res. ¡Pero cuidado! También los sobrecitos traen abrefácil. Se trata de una pequeña muesca practicada en el borde del sobre y que pone una flechita y “tire” o “pull”. Bien, pues como usted tire o pullee sin cuidado, el contenido del sobrecito ya sabe dónde irá a parar . Aunque lo haga bien, calcule la presión que haya de ejercer para extraer la salsa del sobre, porque nunca sale en la dirección deseada y nuevamente puede acabar la salsa en cualquier punto del local menos encima de la hamburguesa. A estas últimas advertencias no tiene usted que hacer ni puñetero caso, si después de la hamburguesa se va a tomar un café con bollería.
En fin, amable lector, mi consejo es que busque usted en sus viajes un mesón, taberna o venta como Dios manda, o se lleve la pitanza que vaya a consumir en su viaje preparada de casa.
Con Dios.