jueves, 30 de agosto de 2007

Flipada nº 8 (Fast Food)

En este verano he tenido que hacer algún viaje en coche y a la hora de parar a tomar un café y, de paso, atender la llamada de la naturaleza, me he dado cuenta de que los típicos establecimientos de carretera tipo Mesón, están siendo progresivamente sustituidos por otros pertenecientes, digo yo, a cadenas multinacionales. Los nombres son del tipo (más o menos, ya que no conseguí memorizar ninguno) “Cafestore”, “Roadlunch” y demás nombres que el lector reconocerá como de lo más castizo. ¿Dónde han quedado “La Tasca del Tío Faustino”, “El Mesón del Ciervo Cojo”, “La Venta del Gorrino Feliz”, etc.?

Pero bueno, si solo se tratase de los nombres, no habría problema. La cuestión es que se están estandarizando los servicios prestados por estos comercios, hasta límites exagerados.

Veamos. Usted va y pide un café. El producto consiste en una brebaje oscuro, servido en un vaso de plástico y con el añadido de un sobrecito con dos compartimentos. En uno de ellos usted encontrará unos gramos de azúcar y en el otro una suerte de palito de plástico que a veces tiene una forma que recuerda vagamente a una cucharilla y otras al mango de un helado.

Con eso tiene usted que apañárselas para darle vueltas al escaso azúcar y que se disuelva bien en el “café” más que nada para matarle el gusto, evitando así que el gusto le mate a usted.

Si es usted de los que acompañan el café con leche, le darán además una tarrina con la dosis exacta de leche para que usted mismo la añada. La tarrina cuenta para su apertura con el elemento abrefácil incorporado, en mala hora, a casi todos los productos envasados. ¡Cuidado con el abrefácil! Si la pestañita troquelada en el plástico, se resiste al tirar de ella, inténtelo con unas tijeras porque como tire con fuerza, en el mejor de los casos la leche acabará en el café de su acompañante.

Si es usted de esos que toman el café con leche con algún elemento de bollería y gustan de mojarlo, podrá usted elegir entre varios productos de repostería envasados en bolsitas de plástico también con abrefácil. La consistencia de los bollitos, magdalenas o lo que sea que usted elija, no es la de la repostería tradicional, más bien prieta (de ahí la manía de mojarla). Lo más normal es que una vez en sus manos, se desintegre en varios pedazos uno de los cuales inevitablemente caerá dentro de su “café” con el consiguiente chapoteo que hará seguramente que gran parte del contenido de su vaso de plástico acabe en su ropa.

Ahora, además de intentar disimular como pueda la mancha de su ropa, tendrá que ingeniárselas para pescar el trozo de magdalena que flota dentro de su “café” con el palito que hace las veces de cucharilla. Lo más normal es que tras varios intentos en los que las manchas en su ropa se van multiplicando, usted acabe de ponerse perdido intentando beber el “café” con el trozo de bollo dentro.

Si lo que usted pide es un Sándwich, que viene a ser un bocata en el que el “pan” tiene una geometría de cuadrado regular, envasado, cómo no, en cajita de plástico con abrefácil, podrá elegir entre paté de jamón, paté de salmón, paté de pavo, paté de … Para su mayor tranquilidad, el envase de plástico trae su etiqueta con los ingredientes. Fíese y no la lea. No va usted a saber si lo que se está comiendo es paté de jamón o los componentes y las coordenadas de la estación espacial … Estabilizador E-425, Emulgente C-236, Antioxidante R-768, etc. Todo menos jamón.

Puede usted recurrir a la socorrida hamburguesa. Le darán un bocadillo de pan redondo con una jungla de lechuga, cebolla y pepinillos, en el fondo de la cual se suele encontrar la ansiada hamburguesa. También en este caso le acompañarán el producto con unos sobrecitos en los cuales puede usted leer “Mostaza”, “Ketchup”, “Mayonesa” o el condimento que pida. Hay uno que resulta especialmente curioso y es la “Salsa Barbacoa”. Sabe bien, pero es difícil determinar a qué. No se le ocurra tampoco en este caso leer los ingredientes. Bueno, la cuestión es que debe usted echar esos productos en abundancia sobre la hamburguesa, porque si no lo hace, al comérsela empezará usted a preguntarse de qué murió la res. ¡Pero cuidado! También los sobrecitos traen abrefácil. Se trata de una pequeña muesca practicada en el borde del sobre y que pone una flechita y “tire” o “pull”. Bien, pues como usted tire o pullee sin cuidado, el contenido del sobrecito ya sabe dónde irá a parar . Aunque lo haga bien, calcule la presión que haya de ejercer para extraer la salsa del sobre, porque nunca sale en la dirección deseada y nuevamente puede acabar la salsa en cualquier punto del local menos encima de la hamburguesa. A estas últimas advertencias no tiene usted que hacer ni puñetero caso, si después de la hamburguesa se va a tomar un café con bollería.

Se recomienda en todo caso, llevar una cámara de vídeo para inmortalizar estos entrañables momentos y de paso ganarse una pasta enviando el resultado a los concursos televisivos de vídeos. También puede mandarle una foto de su ropa a Ágata Ruiz de la Prada que igual le compra el diseño.

En fin, amable lector, mi consejo es que busque usted en sus viajes un mesón, taberna o venta como Dios manda, o se lleve la pitanza que vaya a consumir en su viaje preparada de casa.

Con Dios.

sábado, 25 de agosto de 2007

Ceremonia de entrega


Pues sí querido lector, he sido honrado con este premio por MonikaMDQ, lo cual, además de sorpresa, ha supuesto algo muy entrañable para mi. Confieso que me metí en esto de la Blogosfera sin demasiado interés, más movido por la curiosidad, que por otra cosa. Poco a poco, fui descubriendo las posibilidades de este medio y, sobre todo, fui descubriendo a PERSONAS. Casi puedo decir que estoy continuamente dando la vuelta al mundo y, en cada vuelta, haciendo amigos. Me va a permitir el lector que en esta ocasión me ponga algo sentimental, pero me siento afortunado de haber conocido a tanta buena gente con la cual estoy continuamente derribando fronteras, esparciendo "buen rollo" por el planeta. A todos los que me leen y me enriquecen con sus escritos ... gracias.

Se trata de un premio muy especial, ya que el premiado, además del galardón, recibe la posibilidad de transmitirlo y eso es lo que voy a hacer. Se debe premiar al menos a siete personas más, mencionarlas y dejar un comentario en sus blogs y eso es lo que paso a realizar.

Try Again ... (Monika). No es un contrasentido enviar el premio a quien te lo ha enviado. Yo lo enfoco así: si me hubiese llegado por otro lado, Monika sería una de mis indiscutibles premiadas. Puede creer el lector que en Try Again ... hay, en efecto música y muchas otras yerbas sin una brizna de desperdicio.

Los Sin-Logismos ... (Bugman). ¿Qué decir de Bugman? Seguramente, lo que yo diga no coincidirá con la opinión de sus habituales o potenciales lectores. En cada cual, Bugman genera sensaciones diferentes y, como prueba de ello, no hay más que leer los comentarios a sus artículos. Bugman enriquece, hace reflexionar, escucha (lee), responde, pero sobre todo:
divierte. Su clave es sin duda "la buena onda" envuelta en un elegante sentido del humor.

Esteban Blog. Esteban atesora una interesantísima colección de experiencias que generosamente comparte con sus lectores. Pero sería de una parquedad inadmisible decir que su blog es una mirada al pasado, a la nostalgia ... no. Sus artículos tratan la experiencia, tanto como la actualidad más inmediata. En definitiva, Esteban es el maestro que cada cual debería encontrar alguna vez en su vida.

Bijou (~ºNyxº~ ). Filosofía en estado puro. Visceral, afilada, sarcástica, provocadora. Aguerrida combatiente de la necedad. Habría miles de epítetos para la SEÑORITA NYX. Una vez lees sus artículos, tu capacidad de observación de la cosas pasa a tener cuatro dimensiones.

A ver, a ver, a ver ... (Gentleman). El mejor rollo desde Uruguay. Grandes dosis de humanidad emanan de sus artículos y sus comentarios. Bromas, sensibilidad y verdades, a partes iguales.

Cenizas en el mar (Caro). Una profesora de inglés que nos habría venido bien a todos en nuestros años de estudiantes, porque habríamos aprendido además del idioma, a divertirnos. En su blog, hay muchas fotos en las cuales el lector podrá apreciar lo que le digo.

El mundo de Angie. Si Andalucía se caracteriza por el buen rollo de sus gentes, esta Sevillana es andaluza "Honoris Causa". En su pluma, hay artículos para la reflexión, para el divertimento y para la amistad ... y, encima últimamente su equipo
lo gana todo.

Autoxiro (Mueja). La belleza de la imagen, conjugada con los comentarios más acertados y hermosos. La lengua gallega, de por sí suave y musical, completa la atmósfera y el recreo visual que transmiten las imágenes. Un auténtico oasis.

Vulcano 1974 (El Vulcano). Mitad humano, mitad vulcano. Su parte humana le confiere una especial sensibilidad hacia lo bello, lo entrañable, pero también hacia el enfado frente a la injusticia, al mal rollo. Su mitad vulcana, hace de él un analista de primera, un consejero inestimable. El hecho de conocerle fuera de la Blogosfera, completa mi convicción de que tengo UN GRAN AMIGO.

Anécdotas de Dios ... (Dios). Un blog divino. Historias de una gran ternura, entrelazadas con enorme sentido del humor. Nunca me plantee lo interesante y divertido que podía ser estar cerca de Dios.

Sexta-Feira (Elvira). Podría decir muchas cosas de Elvira: amable, siempre dando buenas vibraciones, sentimental
... Pero fíjese el lector que un ser humano vago convicto y confeso, como lo soy yo, leo todos sus artículos y sus comentarios, aún estando en portugués. ESO SÍ ES TODO UN DATO.

Bueno querido lector, tengo que terminar esta
ceremonia de entrega. Por favor, no se sienta usted desestimado u ofendido, si no ha sido incluido en la lista. Soy muy selectivo y, si tengo su enlace, es que me gusta su blog. De verdad. Simplemente me ha parecido que sería desvirtuar la idea el hecho de nominar a todos mis contactos, de modo que me he limitado a mencionar a los que más interactúan conmigo. Especial mención a Patri, a quien no he incluído por saber que ya estaba premiada por Monika, acierto que suscribo plenamente.

Con Dios.

miércoles, 22 de agosto de 2007

Usando la cabeza

Esta anécdota ya la conté en un blog amigo, “El Mundo de Angie”, pero se me antoja muy ilustrativa para el lector que quiera saber de qué manera, súbitamente y sin premeditarlo, puede uno encontrarse interpretando la mayor de las situaciones ridículas:

No me gusta esperar, ni que me esperen. Considero la puntualidad una virtud e intento por tanto ser lo más virtuoso posible, al menos en este tema. Así pues, iba yo a toda prisa al encuentro de unos amigos con quienes había quedado, apretando el paso, transitando por uno de esos paseos con centro embaldosado que tan bonito queda en la postales, pero que tan traidor resulta cuando ha llovido o lo han regado.

El bulevar estaba muy transitado, por lo cual tenía que sortear continuamente a la gente que paseaba en uno u otro sentido. Reconozco que, por aquel entonces, yo era algo más estrecho de cintura, lo cual facilitaba enormemente la maniobra.

La cuestión es que no recuerdo si había llovido o habían regado el paseo, pero en ciertas zonas del desigual firme se acumulaban charcos de agua. En uno de los regates a un transeúnte (un señor más bien mayor y más bajito que yo), mi pie izquierdo fue a parar a uno de esos charcos y resbalé de forma que me escoraba hacia la izquierda en inequívoca trayectoria hacia el suelo. Pero no llegué a morder el piso. Me frenó un imponente cabezazo que, en mi caída, le propiné al señor bajito, que en ese momento debió pensar en el fin del mundo o algo peor.

El buen señor no salía de su asombro y la muchedumbre que pasaba por allí tampoco ante la insólita imagen de un tipo dándole, sin más, un soberbio testarazo a un pobre jubilado. Yo no encontré ningún agujero en la tierra para que se me tragase en ese momento. Pedí al señor mil disculpas (de las cuales no estoy seguro de que acusara recibo pues aún tenía cara de desorientado) y me fui de allí todavía más deprisa, pero eso sí, mirando al suelo por precaución y por no tener que mirar a la cara de los sorprendidos paseantes.


Con Dios

viernes, 10 de agosto de 2007

¡Pum, pum ... bang, bang!

Hace ya algunos años que en España no existe el Servicio Militar obligatorio, lo que antaño se daba en llamar “La Mili”. Pero como uno ya cuenta unos añitos, a mi me tocó hacerla. No sé por qué últimamente me estoy acordando de esos trece meses de mi vida, y me vienen a la memoria algunas anécdotas. Se han hecho muchas películas sobre la vida en el ejército, algunas de ellas en tono de comedia, pero les aseguro que en el ejército español de aquellos tiempos la realidad es mucho más descabellada. Juzgue el lector.

Al poco de estar en el destino definitivo que me tocó en suerte, me ascendieron a cabo. El cuartel era muy pequeño y una de las misiones del cabo era el “control de accesos al cuartel” en la puerta principal. Aquel día estaba yo de guardia en mi “turno de puerta”, cuando sonó el claxon de un coche en el exterior (la puerta era de chapa opaca y no se veía el exterior). Yo, diligentemente abrí el portón corredero y me acerqué al coche negro, oficial, que estaba esperando. Llegado a su altura, se bajó la ventanilla y se dirigió a mi desde el interior, un señor de unos sesenta y pico años, uniformado, con más medallas de las que le cabían en la guerrera y con las insignias de general de brigada.

Como marcan los cánones, me cuadré, saludé y pregunté qué se le ofrecía. Pregunta estúpida por de más si se piensa qué posibilidades hay de que el coche oficial de un alto mando pare delante de un cuartel, toque el claxon y quiera otra cosa que no sea entrar.

El general, me confirmó lo obvio y yo, le franqueé la entrada.

Minutos después, se disponía a salir un coche de los nuestros del cuartel al mando de un sargento, que tras detener el vehículo delante de mi puesto, bajó y se dirigió a mi en los siguientes amables términos: “Cabo, la próxima vez que dejes entrar a un coche sin registrarlo, te pego un tiro” a lo que yo, con todo respeto contesté: “Mi sargento, era un coche oficial y en su interior iba un general de brigada, no creo que le gustase que le hiciese salir del coche para registrarlo”. “Aquí se registra cualquier coche que entre, sea de quien sea. Me han dicho que hay un comando de ETA por la zona” contesto él con su innata amabilidad.

Pensará el lector que el suboficial tenía razón en su exposición, hasta que conozca el detalle que viene a continuación. Para hacer la guardia de armas, nos colocábamos una especie de arnés llamado “trinchas” de donde colgaban cuatro cargadores para el fusil de asalto (el ínclito CETME). A los soldados que hacían las patrullas, además de eso y, como es lógico, les daban el susodicho fusil, pero a los cabos no, de modo que yo tenía 52 balas del 7,62 distribuidas en cuatro cargadores, pero no tenía con qué dispararlas.

Esto es lo que yo tenía

Así pues, si en efecto el general que vino llega a ser Francisco Múgica Garmendia, alias “Artapalo o Pakito” camuflado y yo le digo que salga del coche para registrarlo y él según su costumbre me coloca un 9 mm Parabellum en la nariz … ¿qué se supone que debo hacer? ¿tirarle las balas a mano y gritar “pum, pum”?

Esto es lo que tenía que tener

Esta es una de las anécdotas que a mi juicio definen con más fidelidad la idiosincrasia de las Fuerzas Armadas Españolas en aquellos tiempos. Otro día, si me animo y me acuerdo, les contaré otra.

Con Dios.

martes, 7 de agosto de 2007

Naturaleza Viva (Episodio 2)

¿Para qué la Madre Naturaleza ha inventado la evolución de las especies si después no la aplica? Y, si la aplica, tarda mucho.

Hace ya muchos miles de años que el hombre y el perro conviven, luego ¿por qué mantener la ferocidad en los canes? y, sobre todo ¿por qué mantener sus colmillos? Si la Madre Naturaleza, se diese un poquitín de prisa en poner ciertos asuntos evolutivos al día, no tendría que contarles lo que sigue a continuación:

Debía yo tener unos nueve o diez años, vivía en Suiza, en un pueblo del cantón Zürich llamado Oberglatt. Mis padres (mi madre y mi padre) trabajaban los dos en una fábrica cercana, que tenía comedor para los empleados, de modo que yo, todos los días después del colegio iba allí a comer con ellos.

Para llegar, se podía ir por una carretera bien asfaltada, pero eso suponía un rodeo bastante importante para un ser humano que, como yo, ya había asimilado la Ley del Mínimo Esfuerzo. Así pues, optaba por el plan B: atravesar un bosque bastante tupido, pero no muy extenso. Tenía su gracia. Era como Caperucita, pero al revés: el que iba a comer era yo. En mitad del bosque había una gran explanada en el centro de la cual, se alzaba un gallinero industrial enorme circundado por una cerca metálica. El terreno cercado estaba guardado por sendos pastores alemanes, que no son germanos dedicados al pastoreo, sino perros de buen tamaño.

Cada vez que yo pasaba por delante del cercado, los perros salían hasta la misma cerca ladrando, gruñendo, enseñando unas fauces de aspecto asesino e incluso mordiendo los alambres de la valla que, afortunadamente, no les gustaban demasiado y no cedieron a sus acometidas. Yo me asusté las primeras veces, pero ya después viéndome a salvo tras la valla, no les hacía demasiado caso, aunque nunca dejé de pensar que si algún día los perros estaban sueltos

Ya se imaginará el lector, que ese día llegó, si no todo este rollo al que le he sometido hasta ahora, no tendría sentido. Pues sí, pasaba yo, como siempre, por allí y los perros estaban sueltos. Fieles a su costumbre, vinieron galopando hacia mi que me quedé absolutamente quieto. En este punto del relato, yo podría decir que fue por un destello de inteligencia tipo “si no te mueves, no te harán nada” o “demuéstrales que tú mandas y no les tienes miedo”, pero sería desvirtuar el relato. La realidad es que yo estaba paralizado de terror. No podía mover un músculo. No podría ni decirse que estaba “cagado de miedo” (con perdón), porque todas las funciones de mi cuerpo estaban absolutamente inertes.

El primer perro, el más grande los dos, se me vino encima y me puso las patas delanteras sobre los hombros, mientras el segundo y más pequeño se quedó a unos pasos supongo que para terminar lo que el otro empezase una vez saciado.

La foto de la escena era: un niño tirando a escuchimizado, de pie frente a un perro de unos cuarenta kilos en canal que se apoyaba con las patas delanteras en sus hombros y otro perro algo más discreto esperando acontecimientos.

Mientras el perro y yo nos mirábamos, yo pensé que él valoraba la idea de por dónde empezar, pero no. Al cabo de unos (eternos) diez segundos, el perro bajó sus patas al suelo y se fue, creo que ante el asombro de su compañero que no debió entender nada y le pediría las oportunas explicaciones, una vez de vuelta a la caseta.

Pues sí, querido lector, crea que la escena relatada es rigurosamente cierta y es por eso que digo yo: ¿cómo es que el perro tras hacerme pasar ese rato ni siquiera me mordió un cachito? Evidentemente, me alegro de tal hecho, pero la Madre Naturaleza debe decidirse de una vez: o los perros son depredadores y, por tanto, se les teme como tales, o son los mejores amigos del hombre y, por tanto, no le hacen pasar estos tragos u otros peores de los que hemos oído hablar en la prensa.

Con Dios.

Radio La Ortiga