domingo, 29 de julio de 2007

Flipada nº 7

Hay un dicho según el cual “El español piensa bien, pero piensa tarde”. Pues sí, querido lector, querer meterse a comentarista de fútbol justo AL FINAL DE LA TEMPORADA, es una buena muestra de ello. Pero el mundillo del fútbol me resultaba atractivo, de modo que pensé en hacerme futbolista.

Nueva desilusión.

Me di cuenta de que para ser un futbolista de esos que salen en la tele y les dedican primeros planos durante la retransmisión de los partidos, hay que tener una serie de habilidades que yo, desgraciadamente, no tengo. Ya sabe el lector que yo, cuando me propongo hacer algo, primero me documento y durante esa investigación observé ciertos ejercicios e intenté ejecutarlos (buena expresión vistos los resultados). Seguidamente solo algunos ejemplos:

- Toques de balón continuos sin que éste se caiga al suelo. Pues a mi se me cae.

- Remate de cabeza intentando que el balón vaya hacia donde uno quiere. Resultado: tres vidrios rotos.

Y así sucesivamente desastre tras desastre. Finalmente, me situé frente al espejo del baño para ver cómo quedaría un primer plano mío realizando una de las maniobras que, por alguna casualidad que se me escapa, siempre realizan los futbolistas cuando les sacan un primer plano durante un partido … ya saben: tapar un lado de la nariz y con el lado libre dar un fuerte bufido. A ellos los resultados de la maniobra les caen sobre la hierba, supongo que por eso está tan verde y hermosa dado el carácter orgánico de la descarga. Pues a mi no. A mi me fue a parar en el centro de la camiseta y no voy a contar más para no entrar en detalles escatológicos.

De modo querido lector que si usted está pensando en ser futbolista, tome buena nota de lo que aquí ha leído y, por si caso, practique donde nadie le vea y lejos de elementos frágiles. Yo de momento, me quedaré en la condición de futbolero.

Con Dios.

martes, 24 de julio de 2007

Los siete pecados capitales según Garfio

Lo que viene a continuación es un juego propuesto por Alucard, en el cual voy a participar, no solamente por deferencia a este amigo, sino porque me parece un “meme” con otro estilo.

Las reglas:

  1. Debes de pegar estas reglas en tu blog.
  2. Invita a hacer el meme a quien creas pertinente, si exceder el número 7, por qué, por cuestiones del autor
  3. Deja un comentario a esa persona a la que estás invitando en su entrada más reciente
  4. El relato de los pecados será acorde al susodicho
  5. No hay más reglas

La ira. Los instintos depredadores se desatan. He elegido víctima y va a ser golpeada por el saco de la paciencia, lleno a rebosar de todo aquello que he guardado por prudencia, por sabiduría, tal vez por temor.

La lujuria. Me entrego a las llamas del volcán. Deseo fundirme, consumirme, liberarme. Espero vaciarme y que me llenen. Quiero ser vencedor tanto como vencido.

La gula. El ejercicio del más extraño de los sentidos. De la más inmaterial de las sensaciones. Trasciendo del hecho de sobrevivir, para sobregozar. Es el pecado para el que no necesito compañía.

La envidia. El rencor hacia el que disfruta de lo que deseo y no tengo. Aquel a quien le deseo el mal, para que no goce de lo que yo no puedo. Aquel que me convierte en pobre.

La avaricia. Quiero más, y más, lo quiero TODO. Lo absoluto, se convierte en mi objetivo y … siempre hay más.

La soberbia. Soy el centro de un universo que brilla a través de mi. Malaventurados los demás, porque tendrán que morir para ser, tal vez, lo que yo ya soy.

La pereza. El lector es testigo de lo parco de este discurso.

Voy a dejar siete comentarios en otros tantos blogs, cada cual sabrá si acepta o no.


Con Dios.

miércoles, 11 de julio de 2007

Sorpresa

Hace muchos, muchos años en aquella época en que todavía había que comprarse discos para tener música, estaba yo echando un vistazo a las estanterías de la sección de música de un centro comercial que queda cerca de Nunca Jamás.

La cosa es que vislumbré un CD de Paul Mc.Cartney titulado “Unplugged” y, como no lo tenía, pues me lo compré.

Nada más llegar a casa, quité el precinto al CD, lo abrí y … no había disco alguno. Tras encadenar una serie de improperios de los muchos que enriquecen nuestra lengua y vienen de maravilla para estos casos, me volví al centro comercial.

Según llegué a la sección de música, me dirigí a las cajeras (dos) y les comenté el percance. No hace falta ser un estudioso de la expresión humana para darse cuenta de que las dos señoritas no se estaban creyendo ni una coma de mi historia. Se miraron una a la otra sin disimular una sonrisita y expresión de “el capullo este se ha quedado con el disco y quiere que nos traguemos el cuento para conseguir otro” expresión bastante coherente si no fuera porque las inteligentes dependientas pasaron por alto que yo quería EL MISMO DISCO. También pudo ser que pensaran que quería un disco para mi otro para mi abuela, pero sospecho que la perspicacia de las chicas no daba para tanto.

La cuestión es que tras mirarse un rato entre ellas y yo a las dos con serio riesgo de ataque de tortícolis o estrabismo, una de ellas me acompañó a la estantería y me dio otro disco. No soy aficionado a la fiesta taurina, pero algo me dijo que podía salir de esa cortando las dos orejas y el rabo, si mi intuición era buena. “Haga usted el favor de abrir el precinto para comprobar que hay un disco dentro, no me vaya a pasar lo mismo” dije a mi acompañante. Ella con otra sonrisita y expresión de “definitivamente este tipo tiene vocación de mal actor” quitó el precinto, abrió la caja y … NO HABÍA DISCO. La sonrisita quedó instantáneamente a 40ºC bajo cero. Si yo hubiera sido Leonardo Da Vinci, hubiera podido pintar La Gioconda versión 2.0. La muchacha me miró esta vez con una sonrisita nerviosa y expresión de “¿?¿?¿?¿?¿?¿?” abrió otra caja y … MÁS DE LO MISMO. Finalmente en una de las cajas había contenido y fuimos al mostrador desde donde la otra compañera había asistido a la escena y con manos temblorosas me envolvió el disco y me dio el ticket.

Gracias por todo, han sido ustedes muy amables” dije sin disimular una triunfal sonrisa.


Con Dios.

domingo, 8 de julio de 2007

¿Policías o mercenarios?

Justo enfrente de mi casa, está el hospital general. En su momento, las autoridades municipales ubicaron una parada de taxis al lado de la entrada principal para uso de los visitantes a la institución médica. Hasta ahí, todo correcto.

La cosa es que se trata de la entrada principal al recinto hospitalario, no al hospital propiamente dicho, de tal forma que hay que recorrer una explanada desde la entrada al recinto, hasta la entrada al edificio. La explanada en cuestión, no es muy grande, pero para un enfermo o alguien con dificultad para desplazarse, resulta algo penosa. Las autoridades parece ser que se dieron cuenta y habilitaron una parada de taxis dentro del recinto, con el fin de que el acceso a un taxi fuese posible desde la entrada al edificio. Hasta ahí, también todo correcto.

Pero yo no sé si por falta de presupuesto o por qué, se dejaron la parada de taxis exterior. La coexistencia entre el hospital y una zona residencial densamente poblada, hace que el aparcamiento sea uno de los problemas importantes. Como es lógico y en vista de que NUNCA ha habido un taxi en la parada de fuera, la gente empezó a aparcar en esa zona. Pasaron unos años hasta que la Policía Local se dio cuenta. A partir de ese momento las incursiones de la grúa municipal hicieron auténticos estragos, para general cabreo de visitantes y residentes. No había apelación posible: frente al hecho tácito de que los taxis no utilizaban la parada, se encontraban las señales que prohibían estacionar ahí.

Para sorpresa de propios y extraños, hace un mes más o menos, quitaron la parada … ¡y ya está!

¿Por qué eliminaron la parada? Porque no valía para nada, estaba claro que los taxis no la utilizaban. Pero es que estaba claro desde el principio. ¿No podían los agentes haber tenido en cuenta que un coche estacionado ahí no molestaba a nadie y que la parada era un error? Pues no, no lo hicieron. Cientos de coches fueron arrastrados por la grúa y sus propietarios tuvieron que ir a por ellos al depósito municipal que está a las afueras de la ciudad (en el otro extremo), amén de pagar 150 € entre multa y arrastre.

Bien, hechos como éste hacen que la gente se desconcierte. No tengo nada que decir de los cuerpos de seguridad. Hacen una gran labor para que los ciudadanos tengamos un cierto orden, labor que a veces no es justamente valorada. Pero claro, después hacen este otro tipo de actuaciones y la gente empieza a echar pestes de la policía.

Estos agentes, a mi modesto entender, están para facilitar la vida ciudadana, no para ejercer de mercenarios. A veces sus actuaciones resultan brillantes y salvan vidas. Otras veces actúan como robots programados, sin criterio alguno.

Hay una leyenda negra (que algún familiar de agente de policía me ha confirmado) según la cual tienen un cupo de multas y si no lo cubren, pierden no sé qué extra que les incluyen en la nómina, es decir si no multan a X ciudadanos en su jornada laboral, se entiende que no trabajan.

Una vez más, las administraciones públicas degradan con sus mamarrachadas la labor de unos funcionarios que, quiero creer, realizan su cometido con buena fe.

Con Dios.

martes, 3 de julio de 2007

Naturaleza Viva (Episodio 1)

Hay un spot publicitario que nos indica que “la naturaleza es sabia, pero no tanto”, casi nunca presto atención a este tipo de reclamos, pero la otra noche me acordé de éste y eso ha dado a luz el primer episodio de una serie en la que les contaré errores de la Madre Naturaleza.

Estaba yo tranquilamente de charla con Morfeo, cuando, de pronto, sentí un picor extraordinario en el brazo, que hizo que Morfeo se fuese a hacer puñetas y yo me despertase de mi apacible sueño. Encendí la lamparita de la mesilla de noche (en Nunca Jamás ya tenemos suministro eléctrico) y comprobé que había sido salvajemente atacado por un mosquito y tenía un grano del tamaño de un garbanzo. Digo yo: si el mosquito necesita su microgramo de mi sangre y sin pedir permiso, la toma ¿por qué encima me tiene que dejar el recuerdo de su visita?

Si la Madre Naturaleza hubiera pensado en ello, yo no me habría dado cuenta del hurto y el mosquito y yo nos habríamos ahorrado el episodio que siguió. Porque claro, la Madre Naturaleza, sí que pensó en las posibles represalias y diseñó al insecto prácticamente invisible o, en todo caso, muy difícil de localizar a las tantas de la madrugada, medio zombie y con un picor casi tan grande como la mala leche generada por el mismo.

Ahí me tienen a mi escudriñando minuciosamente cada rincón de mi dormitorio y ¡que si quieres! El caso es que es prácticamente invisible, pero no inaudible, es decir, SABES QUE ESTÁ AHÍ porque lo oyes y sabes que volverá a hacerlo. En uno de mis barridos visuales lo localicé, sabiamente camuflado como formando parte de una de las aristas de mi cama (luego digan lo de “cerebro de mosquito”, digan). Con un movimiento raudo y certero, que me sorprendió gratamente habida cuenta de mi "forma física" me abalancé sobre él y … ññññññiiiiiiiiiiiiii … ¡Seguía vivo el condenado insecto!

Fracasadas las armas convecionales, pasé a la guerra química, colocando un aparatito de esos eléctricos matabichos, que tardan en actuar un buen rato. El caso es que entre unas cosas y otras, estuve despierto lo menos una hora hasta que olor del aparatito en cuestión, me indicó que si a mi me estaba mareando, el mosquito debía estar recibiendo los sacramentos e intenté reiniciar mi conversación con Morfeo, donde la había dejado. Apenas lo hube conseguido, actuó el peor enemigo del ser humano: el despertador.

Moraleja: si la Madre Naturaleza no hubiese dispuesto que la picadura de un mosquito causase esos granos tan molestos, nada de esto sucedería, el mosquito podría seguir ejerciendo su labor vampiresca y yo a lo mío con Morfeo.

Con Dios.

Radio La Ortiga