miércoles, 18 de febrero de 2009

Naturaleza Viva (Episodio 4)

Si bien esta sección se inició con el propósito de desentrañar y denunciar los errores de la Madre Naturaleza, hasta que se me ocurra alguno, he decidido darle una vuelta de 180º al asunto y tratar también algunos de sus palpables aciertos.


Son corrientes los debates sobre qué parte del cuerpo humano es más importante o cuál es la mejor diseñada. Unos dicen que es … bueno, dejémoslo. Hay hasta concienzudos estudios científicos al respecto.


Yo, que no soy tan científico, pero tengo un tamaño capital considerable, puse a funcionar la escasa docena de neuronas que me deben quedar más o menos hábiles y llegué a la conclusión de que en todos esos debates hay una parte de nuestra anatomía que es la gran olvidada: la oreja.


Desde tiempos inmemoriales, el ser humano ha adornado sus pabellones auditivos con todo tipo de alhajas y demás pendientes. Cierto es que, con la evolución de las corrientes estéticas, hoy en día se puede uno encontrar con alhajas en las partes (puede el lector poner comillas si desea) más insospechadas, pero, se quiera o no, se empezó con las orejas.


Las orejas, a la postre, han servido al ser humano para apoyar las deficiencias de otros órganos sensoriales y nunca mejor dicho lo de apoyar, ya que sin la ayuda de las orejas, no habría sido posible el uso de las gafas. El lector abogado del diablo, me dirá que ahora existen las lentes de contacto, con lo que los ojos han recuperado su independencia, pero … ¿alguien usa lentillas de sol? ¿eh? ¿eh? No me sea tan listillo y, sobre todo, no me contradiga que el artículo lo estoy escribiendo yo … ¿está claro? … pues eso.


Prosigo …


Las orejas hasta hace nada, han sido las mayores aliadas de los educadores, entiéndase tanto padres como maestros. Un tirón de orejas y solucionado el problema. Han sacado tratados y leyes contra el tirón de orejas y ahora no hay quien meta a los pupilos en vereda.


Pero no solo se han empleado eficazmente para la represión, también han tenido y tienen un papel fundamental en algún que otro acontecimiento jocoso-festivo. Ponga el lector por caso, la felicitación de un cumpleaños. Ahí el papel de las orejas es de primer orden. Piense lo que podría ser felicitar los años a alguien metiéndole, una y otra vez, el dedo en el ojo, sobre todo, a partir de ciertas edades. La alternativa de la nariz se me antoja algo sucia. Así pues y una vez más: las orejas. Además son dos, con lo cual, a partir de los diez o doce años, se reparte el esfuerzo y potencial sufrimiento del homenajeado.


Hay antecedentes históricos relativos a la importancia de las orejas, incluso pasajes bíblicos: San Pedro le cortó una oreja a un soldado de los que arrestaron a Jesús. Fíjese el lector que con una espada hay cientos de mandobles más sencillos de ejecutar y, sin embargo, el apóstol decidió desorejar al individuo.


Una de las sagas cinematográficas más relevantes es la de Star Trek. En ella se puede apreciar que para diferenciar al alienígena Sr. Spok, los guionistas eligieron como elemento significativo las orejas. De nuevo el lector picajoso puede argumentar que también las cejas del ínclito vulcano eran diferentes a las del resto de los humanos… ¡pues no señor lector! Nosotros aquí en España tenemos a un señor con unas cejas similares presidiendo el gobierno de la nación y se sabe de muy buena tinta que, lejos de ser extraterrestre (pese a la opinión de algún partido opositor), es de Valladolid.


Modernamente el diseño de las orejas está permitiendo la transportabilidad de elementos tan esenciales para la supervivencia de nuestra civilización como los pinganillos de los aparatitos de mp3 e incluso algunos modelos de telefonía móvil de no sé qué generación.


Si es que hasta en la tauromaquia, el objetivo del diestro son las orejas del astado, entendiendo, por asimilación, que se está conquistando una parte especial del bicho. Lo del rabo ya es por añadidura, ya que orejas no hay más que dos.


Así pues, querido lector, tome usted mayor conciencia de sus orejas y cuídelas especialmente, si no por justicia, al menos porque son unas partes del cuerpo – y esto sí es científico – que no paran de crecer durante toda la vida lo que supone con una expectativa de vida cada vez mayor, que dentro de unos años el mundo estará inundado de venerables orejudos … ¡Y no querrá usted lucir en su vejez un par de enormes orejas hechas polvo!


Con Dios.



Radio La Ortiga