domingo, 5 de octubre de 2008

Hello.


Bueno querido lector … ya estoy de vuelta. No sé si pedirle disculpas por desaparecer tanto tiempo sin decir nada, o por volver de nuevo sin avisar. En todo caso, agradezco el interés demostrado por algunos amigos que han seguido visitando el barco a pesar de mi ausencia.


Me he concedido un descanso blogueril durante el cual he disfrutado de un verano con todas las características propias de la estación por esta aguas: invasión de turistas mutantes (primero blancos, después rojos y finalmente despellejados), treinta y muchos grados acompañados de una humedad relativa cercana al 80 % (lo que explica el poco éxito que tienen las saunas por aquí), fiestas tradicionales en las que se ha consumido más pólvora que en Vietnam, con sus explosiones, tiroteos y demás, amenizadas por orquestas que sonaban aún peor que la pirotecnia … vamos, un clima de relax y serenidad como para hacer ejercicios espirituales.


Ya al principio del verano, intenté una huida que me llevó a aguas británicas, concretamente a Londres. Había estado en otra ocasión, pero esta vez, acompañado de amigos nativos, pude conocer la ciudad mejor y vivir más cerca las costumbres de sus habitantes.


En ese sentido, el viaje resultó francamente corto, pues las costumbres inglesas son ciertamente muy particulares. Por ejemplo, nunca llegué a acostumbrarme a buscar la parada del autobús en la acera correcta. Uno está acostumbrado a que el vehículo le venga por su izquierda, para llevarle hacia su derecha … en Londres, no. Y no solo ahí, me han dicho que en el resto del Reino Unido también circulan por el otro lado.


Una cosa que sí me llamó mucho la atención fue el nivel cultural de los británicos. Fíjese, amigo lector, que los niños, desde su más tierna infancia, ya hablan inglés y muy bien por cierto.


Lo dicho: muy corto …


De vuelta a aguas patrias, encontré que el país seguía inmerso en un debate entre la psicología y la física. Mientras la oposición se empeñaba en hablar de crisis, el gobierno insistía en la desaceleración. Todo ello para intentar describir una situación bien sencilla: el bolsillo del españolito de a pie está más pelado que una bola de billar. Pero no vaya a pensar que nos va mal por eso, oiga … ¡Que ganamos la Eurocopa de fútbol! ¿A quién le importa si esto es una crisis o una desaceleración si somos campeones de Europa? Los que están en crisis o desacelerados son los alemanes que perdieron la final. ¡Ya quisiera Alemania ser como España!


Bueno, querido lector, no me voy a extender más. Piense que he estado unos meses sin escribir y así de golpe podría sentarme mal, podrían empezar a dolerme los dedos, los ojos, el teclado … Podrían morírseme unas cuantas de las pocas neuronas que me quedan vivas.


Hasta la próxima flipada, quede usted


Con Dios.


Radio La Ortiga